A modo de declaración inaugural de
principios y finales, el afectado blog tiene un único motivo: bramar que no
todos los que miramos fóbal somos tarados. ¿Y por qué pienso que hace falta tal
declamación? El hecho de que haya gente pagando un sueldo (valor que, juro,
prefiero no conocer) a los incapaces que semana a semana ofician de voces para
el fútbol televisado no deja dudas: estos tipos piensan que somos estúpidos.
Las nobles profesiones de relator y comentarista deportivo se fueron
desarrollando en paralelo con la creciente televisación de los matches, pero
algo pasó en el medio que hizo que el progreso trastabille y la cosa tome
ribetes involutivos. Porque al principio muchos nos reíamos cuando Marcelo
Araujo mechaba locura en las entonces solemnes transmisiones domingueras. Esos
"¿estoy crazy, Macaya?"
fundaron una escuela, y le siguieron cientos de variantes que la típica exageración
local mutó en una desidia general… en todos los sentidos aplicables. Así
llegamos a estos días, en los que entre el generoso “Fútbol para todos” y los
esfuerzo de los canales de cable recibimos dos tipos muy definidos de
periodistas (sí, démosle el beneficio de denominarlos en base a su profesión):
aquellos a los cuales el cruel paso del tiempo afectó en sus virtudes visuales
y/o mentales ("viejo gagá" resume el concepto) y los otros, los que
nunca debieron dedicarse al fútbol, o a la tele, o a su combinación (serían los
Funes Mori de este asunto, los que si hubiesen hecho algún examen de aptitudes tendrían
que haber trabajado en rubros como la pastelería, la ciencia aplicada a la evolución
del papel higiénico o las recomendaciones en los ya casi desaparecidos
video-clubes). Sin extenderme más en esta introducción, desde ya lo
menos divertido de todo esto, en lo sucesivo me voy a encargar de recopilar lo
mejor/peor que los muchachos en cuestión nos regalen semanalmente, y mediante
la ayuda de Pablo y su diseño escuela “drogón-sin-drogas”, lo volcaré en esta
página virtualoide.
Ya que cómo bien dijo Fernando Niembro: “Si estuviera la hinchada Argentina, a Ñam le
gritaría: eeeu ahh ah, onga ueevoo, ah e ah, ¿no?”
Amén, amigos, amén.
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